Martínez Olmos J
Médico Especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública.
Profesor en excedencia de la Escuela Andaluza de Salud Pública de Granada.
Senador por Granada (España)
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Rev. OFIL 2016, 26;3:157
Fecha de recepción: 14/07/2016 – Fecha de aceptación: 14/07/2016
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En el conjunto de la opinión pública ciudadana está absolutamente consolidada la idea de que es un derecho de la ciudadanía el disponer de unos buenos servicios sanitarios.
Servicios que deben ser de calidad, accesibles y equitativos para que el hecho de enfermar y el acceso a la sanidad no sea una consecuencia del nivel social, ni de otro tipo de consideración.
En España, a pesar de que en 2012 se dio un paso atrás en la consideración jurídica para tener derecho a la asistencia y a la protección de la salud, la sanidad tiene una muy amplia cobertura y los servicios sanitarios así como sus profesionales, son de un gran nivel de calidad.
Ello incluye a los servicios que se ofrecen también desde las oficinas de farmacia que al estar ligados al sistema nacional de salud mediante los conciertos con cada comunidad autónoma, hacen posible una prestación farmacéutica de calidad y una serie de servicios complementarios que son de gran importancia.
Los farmacéuticos de oficina de farmacia son por lo tanto profesionales muy cualificados y de enorme relevancia para asegurar la mayor calidad de la prestación farmacéutica junto a los farmacéuticos de hospital y aquellos que trabajan en las estructuras de atención primaria.
El medicamento es una herramienta muy utilizada en la práctica clínica para tratar las enfermedades y en la actualidad, dada la gran cantidad de pacientes crónicos polimedicados, es muy frecuente la aparición de problemas de salud derivados del uso de los medicamentos.
Es en este sentido donde creo que es más importante y necesaria la implicación de los farmacéuticos en el trabajo conjunto que el equipo de salud debe de hacer para efectuar un seguimiento de la farmacoterapia que detecte precozmente los problemas o en su caso, actúe preventivamente.
No son pocos los obstáculos para hacer posible ese trabajo conjunto: por una parte, la desconfianza de una parte del colectivo médico en relación a la capacitación de los farmacéuticos para esta tarea. Por otra parte, el modelo de retribuciones de las oficinas de farmacia que no incentiva ni reconoce el trabajo de seguimiento de los tratamientos. Por otra, la necesidad de asegurar una adecuada capacidad y metodología en el trabajo de los farmacéuticos comunitarios para que esta tarea se haga con las garantías necesarias ante la sociedad y los pacientes. Y otras razones más que por falta de espacio no menciono aquí.
Por todo ello, la tarea es compleja en el camino de hacer posible un papel más relevante para los profesionales de la farmacia en el cuidado de la salud de los pacientes. Y es importante ponerse manos a la obra.
Lo tienen que hacer los líderes de las organizaciones profesionales que han de trabajar duro para vencer resistencias. De igual forma lo tienen que hacer las autoridades sanitarias que han de ser valientes en la ampliación de los espacios profesionales y en la reforma del modelo de retribuciones actual para favorecer líneas de trabajo novedosas y positivas para los pacientes.
Por supuesto, en la medida que haya cada vez una mejor articulación de las organizaciones de pacientes, es también necesaria la implicación de los pacientes para que también reivindiquen mejoras en la prestación farmacéutica que van a redundar en la salud de todos.
Una tarea compleja y difícil sin duda porque son muchas las barreras que hay que superar; pero es una tarea que no es imposible.
En mi opinión, los aspectos que más pueden propiciar el cambio necesario en esta materia están en manos de los profesionales y en concreto en manos de las organizaciones representativas que si definen clara y adecuadamente sus aspiraciones profesionales para el futuro, podrán aspirar con mayor probabilidad de éxito a conseguir el objetivo de tener un mejor papel en el cuidado de la salud de la población.
Y sin duda la Universidad que en su papel de formación e investigación, puede contribuir de manera decisiva a cambiar la percepción del rol profesional del farmacéutico y a modular las aspiraciones futuras de los profesionales.
Poner en evidencia mediante estudios rigurosos las consecuencias actuales que tiene en la salud poblacional no hacer un adecuado seguimiento de los tratamientos, es una labor necesaria. Aunque hoy tenemos datos que avalan la prevalencía de estos problemas en nuestros servicios, no está de más ampliar y profundizar en estas cuestiones. Y junto a ello, aportar datos y elementos para la intervención y capacitar mejor y con garantías a nuestros profesionales, es una labor de enorme trascendencia.
Por todo eso soy de la opinión de que es necesario articular un plan estratégico de la profesión farmacéutica que aborde los objetivos a conseguir y las estrategias de cambio a desarrollar. Y hay que articularlo con valentía y con conocimiento.
Mi apoyo es total en ese tránsito necesario que solo traerá beneficios en salud.
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