Edo Solsona M
Servicio de Farmacia. Hospital Arnau de Vilanova. Valencia (España)
Fecha de recepción: 22/03/2021 – Fecha de aceptación: 22/03/2021
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El pasado 11 de marzo de 2021 se cumplió un año desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró de manera oficial la enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2 como pandemia mundial. Un año después, el número de fallecidos en todo el mundo a causa de este letal coronavirus supera los 2,6 millones de personas y las economías de todos los países del mundo sufren un desplome sin precedentes en la historia.
Sin embargo, el 8 de diciembre de 2020, apenas 9 meses después del anuncio de la OMS, el mundo empezó a vislumbrar brotes verdes de esperanza. Ese día, una mujer británica de 90 años se convirtió en la primera persona en recibir la vacuna de Pfizer-BioNTech aprobada para hacer frente a la COVID-19. Se confirmaba así un hito sin precedentes: tener una vacuna segura y sumamente eficaz contra el coronavirus en un tiempo récord. Tras esta primera vacuna llegaron tres aprobaciones más por la EMA: las de Moderna, AstraZeneca y Janssen.
Pero empecemos por el principio. Las vacunas se clasifican como medicamentos biológicos según el Real Decreto Legislativo 1/2015 por el que se aprueba el texto refundido de la Ley de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios, y están sujetas al régimen de éstos con las particularidades propias de su naturaleza. Entre estas particularidades se encuentra la necesidad de ser conservadas a temperaturas bajas, estables y adecuadas al tipo agente antigénico presente en cada una de ellas. Hasta la llegada de esta pandemia necesitábamos cámaras frigoríficas para conservarlas, pero esto también ha cambiado. Las dos primeras vacunas comercializadas en España utilizan una tecnología novedosa en el campo de las vacunas: el ARNm. Se trata de una molécula extraordinariamente lábil que pese a ir envuelta en nanopartículas lipídicas necesita conservarse a -70°C (Pfizer) o -20°C (Moderna) para ralentizar su degradación por parte de las ribonucleasas (RNAsas) ambientales. Esta dificultad es sólo la punta del iceberg que vislumbra la complejidad de la mayor campaña de vacunación que afronta la humanidad a lo largo de la historia.
Un reto sin precedentes que requiere que todos los agentes implicados (laboratorios farmacéuticos, administraciones, profesionales y ciudadanos) sumemos esfuerzos y vayamos en la misma dirección: facilitar y dotar de garantías el recorrido que seguirá la vacuna desde su fabricación hasta la administración en la población, sin olvidar fases que serán decisivas como la distribución, la recepción, el almacenamiento o la preparación. Con un objetivo último: garantizar el éxito del proceso de inmunización de la población en el menor tiempo posible. Vivimos esta pandemia a contrarreloj.
Al ir enumerando las diferentes fases que recorren las vacunas hasta llegar al deltoides del paciente parece que estemos recitando las tareas que encomienda la legislación vigente a los farmacéuticos de hospital según el Real Decreto Legislativo 1/2015: garantizar y asumir la responsabilidad técnica de la adquisición, correcta conservación, custodia, preparación y dispensación de los medicamentos intrahospitalarios y ciertos medicamentos extrahospitalarios que requieren especial control. El farmacéutico de hospital se postula, por tanto, como un gran aliado en la consecución del éxito de la campaña de vacunación. No somos una profesión muy de focos ante las administraciones y la sociedad e incluso algunos ignoran nuestras labores, pero si algo nos caracteriza es nuestra continua proactividad, voluntad colaborativa e incansable readaptación ante las adversidades; y estamos viviendo una bien grande.
El primer contacto que los Servicios de Farmacia (SF) tuvimos con las vacunas COVID-19 sucedió sin previo aviso, el 8 de enero de 2021. Permitidme un breve inciso para denunciar la falta de planificación, comunicación y trasparencia que vivimos en esos primeros momentos. Momentos de desasosiego en los que nuestro ethos profesional no pudo seguir otro camino que no fuese garantizar la eficacia, calidad y seguridad de estos medicamentos a lo largo de todo el proceso farmacoterapéutico.
Actualmente, la adquisición de la mayoría de las vacunas está sujeta a acuerdos marco autonómicos y por tanto es la Dirección General de Salud Pública (DGSP) quien remite las necesidades de cada Departamento de Salud a los laboratorios adjudicatarios y coordina la adquisición y entrega a los diferentes hospitales y centros de salud constituyentes. En el caso concreto de las vacunas COVID-19, y dada la magnitud de los acontecimientos, la adquisición y distribución de vacunas se ha hecho de forma centralizada y coordinada entre las administraciones central y autonómicas. Por lo tanto, nuestra función en esta primera etapa del proceso farmacoterapéutico ha consistido en enviar semanalmente a la DGSP las previsiones de primeras y segundas dosis del personal de primera y segunda línea de nuestro hospital y departamento de salud. Y aunque a priori, la tarea no parecía complicada, ha sido imprescindible la colaboración estrecha y la buena disposición con los servicios vacunadores (Medicina preventiva, Prevención de riesgos Laborales y Dirección de Primaria) y con la propia DGSP para conseguir las dosis necesarias, dado que los registros de vacunación en las fases iniciales fueron caóticos y en muchos casos deficientes.
La vacuna de Pfizer es con la que más hemos trabajado en los hospitales por ser la primera disponible. Esta vacuna ha estado llegando semanalmente a los puntos de distribución de las diferentes comunidades autónomas y desde los SF hemos gestionado el transporte. Dada la corta estabilidad una vez descongelada, sólo 5 días a 2-8°C, la coordinación ha tenido que ser exquisita. A la llegada al SF la recepción requería la firma del documento en el que figuraba la fecha y hora de salida del ultracongelador, y el registro de entrada con trazabilidad completa.
Llegadas las vacunas a los SF, asegurar su viabilidad tal vez haya sido la tarea en la que hemos puesto más empeño. Entre las estrategias empleadas destaca el reetiquetado de los viales (tanto los de Pfizer como los de Moderna), requisito que ha sido imprescindible en cada unidad que entraba en la farmacia. En la etiqueta se ha hecho figurar claramente la fecha y la hora hasta la que se le concedía viabilidad al vial. Hemos tratado cada vacuna como un pequeño tesoro, conscientes de que teníamos entre manos la clave para disminuir la propagación del virus. Otra estrategia ha sido la preparación de dosis individualizadas en jeringas, que pretendía solucionar dos inconvenientes de forma conjunta: la corta estabilidad y la presentación en viales multidosis. En nuestro hospital valoramos con ilusión esta opción, pero no llegó a prosperar, tanto por las directrices de la propia Administración de minimizar transporte y tiempos tras la dilución de los viales de Pfizer como por las reticencias que encontramos de otros profesionales que consideraban la preparación de las dosis como parte de su tarea dentro del proceso de administración. Sin embargo, quiero destacar que otros hospitales sí han redosificado en cabina de flujo laminar con el consiguiente aprovechamiento de dosis y acondicionado de la vacuna en dosis unitarias garantizando la seguridad y mejorando la eficiencia del proceso de preparación.
La custodia, dispensación y centralización de excedentes de vacunas para nuestro Departamento de Salud ha sido y está siendo de suma relevancia. En un principio pensamos que nuestro papel iba a limitarse al periodo de vacunación de los profesionales sanitarios hospitalarios, sin embargo, surgió una bonita amistad entre el SF y la Dirección de Primaria con clara vocación colaborativa por ambas partes. Hemos trabajado conjuntamente para facilitar la administración de la vacuna en residencias de mayores, centros de día y centros de salud. El SF adquirió la función de pequeño centro logístico de los viales destinados a atención primaria y se procedió a realizar el acondicionamiento de los viales en frío para los traslados y la dispensación informada a los equipos de vacunación móviles que se desplazaban cada día desde el hospital a los diferentes centros y residencias. Por otra parte, la redistribución de viales entre centros y hospital nos ha permitido gestionar eficazmente el aprovechamiento de jeringas excedentes ya cargadas y viales diluidos o pinchados con sólo 6 horas de estabilidad en el caso de Pfizer o de 48 horas en el de AstraZeneca. El objetivo último era no perder ni una sola dosis en el contexto de escasez de vacunas que estamos viviendo.
Finalmente destacar nuestra clásica labor informativa sobre medicamentos al resto de profesionales sanitarios. Hemos sido protagonistas en la elaboración de protocolos de manejo con instrucciones oportunas de almacenaje, preparación y administración para cada una de las tres vacunas comercializadas hasta la fecha y también de procedimientos de emergencia y notificación ante una reacción adversa a la vacuna. Numerosas llamadas han demandado respuestas sobre contraindicaciones y precauciones en las personas a vacunar o sobre las notas de seguridad publicadas por la EMA y la AEMPS ante la aparición de reacciones adversas que presuntamente implicaban a las vacunas.
En definitiva, los más de 3.000 farmacéuticos de hospital hemos vivido como se multiplicaba nuestra actividad desde el inicio de la pandemia al tener que asegurar la disponibilidad de medicamentos y mantener la atención farmacéutica a pacientes crónicos con consultas telemáticas y envíos de medicación a domicilio. La gestión de vacunas ha sido la última en llegar, pero lo ha hecho pisando fuerte. No se trata de una carrera de velocidad sino de resistencia. Una maratón en la que quedan muchas vacunas por llegar y muchos meses de actividad vacunal que requerirá el esfuerzo de todos. Nosotros, los farmacéuticos de hospital, estamos con las zapatillas puestas y listos para aliarnos con otros maratonianos para ganarle la carrera a este coronavirus que más de un año después de su aparición todavía nos acecha.
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