Fernández FJ
Director de Comunicación de Farmaindustria
Fecha de recepción: 05/10/2020 – Fecha de aceptación: 05/10/2020
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La perspectiva del tiempo ayudará a ver mejor qué podemos aprender de la terrible crisis sanitaria que vivimos. En la perspectiva social, desde la toma de conciencia de la fragilidad del hombre de hoy o, a modo de paradoja, de su capacidad de adaptación hasta la realidad del riesgo de pandemias en un mundo tan globalizado. En la perspectiva sanitaria, las fortalezas del sistema sanitario en España, empezando por la respuesta de sus profesionales, y sus debilidades, que instan a revisar si está suficientemente financiado y cuenta con el modelo de gobernanza adecuado. En la perspectiva económica, la prueba de cuán estrecha es la relación entre salud y economía. El tiempo ayudará a digerir y entender estas y otras cuestiones.
La industria farmacéutica ha estado en el centro de la tormenta desde el comienzo de la crisis y junto al resto de agentes sanitarios. Había dos desafíos críticos: uno, el suministro de medicamentos, tanto de las nuevas demandas por la crisis como de los restantes, cuyo abastecimiento se veía comprometido por la situación dentro y fuera de España, y, dos, la necesidad de hallar con rapidez tratamientos y vacunas eficaces contra el virus.
El primer reto se afrontó con urgencia y en colaboración con la Administración, a través de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), distribuidores y farmacias. La coordinación permitió prevenir problemas y atajar los que surgieron. La respuesta de las compañías fue magnífica. Se puede calificar así sin caer en la autocomplacencia porque han sido responsables como el ministro de Sanidad, la directora general de Farmacia y la directora de la Aemps quienes la han reconocido como tal.
Las plantas de producción en España (82 de medicamentos de uso humano) dieron la talla con planes de contingencia que permitieron multiplicar turnos para atender el incremento de demanda de ciertos medicamentos y adaptar líneas para fabricar otros productos necesarios. Y las compañías se movieron con agilidad para garantizar la llegada de medicamentos en un entorno “de guerra”, como ha calificado el presidente de Farmaindustria, Martín Sellés, a un mercado internacional zarandeado por demandas repentinas y tentaciones de acopio.
Se ha mostrado la fortaleza de las compañías farmacéuticas asentadas en España, y se ha constatado también la capacidad de cooperación de los agentes del medicamento en un momento de necesidad.
Es la primera noticia positiva en el ámbito de la industria farmacéutica. La segunda es cómo se ha volcado en el apoyo sobre el terreno al sistema sanitario en los meses más duros de la crisis. La adaptación de líneas permitió la fabricación de productos de gran demanda, como geles hidroalcohólicos. Se multiplicaron las donaciones de medicamentos y otras necesidades; se abrieron ayudas directas a hospitales y organizaciones sociales para la asistencia a domicilio, y hasta se movilizaron como voluntarios profesionales de la industria para echar una mano donde fuera necesario.
Y hay una tercera buena noticia en medio del dolor y la inquietud que ha generado la crisis: la movilización sin precedentes de recursos científicos y económicos para desarrollar tratamientos y vacunas contra el coronavirus. La palabra es cooperación. Sabíamos que la I+D de medicamentos es cada vez más abierta, colaborativa e internacional, pero la crisis lo está constatando. Compañías, gobiernos, instituciones públicas de investigación, agencias reguladoras, universidad… están colaborando para multiplicar las opciones de dar con un tratamiento y ganar tiempo al tiempo.
En apenas unos meses hay 300 potenciales medicamentos y más de 170 vacunas en investigación. En el caso de las vacunas, al escribir este artículo hay cuarenta en fase clínica y diez de ellas en la fase III, con decenas de miles de voluntarios participando para conseguir evidencia científica en el menor tiempo posible. Es un logro de todos.
En paralelo, de nuevo gobiernos, organizaciones internacionales y compañías farmacéuticas cooperan en el seno de la alianza mundial liderada por la OMS (ACT Accelerator) para asegurar el día después, el momento en que lleguen las esperadas vacunas. Las compañías, a través de su asociación mundial, Ifpma, se han comprometido a que sean asequibles y de acceso equitativo.
Este compromiso, que no es baladí dadas las cantidades de inversión y riesgo que se están dedicando al desarrollo de vacunas, se acompaña ya por parte de varias compañías con la producción a riesgo. Es decir, están produciendo dosis sin que sus vacunas estén aprobadas, con el fin de que, si finalmente logran el visto bueno de las agencias, pueda iniciarse la vacunación de inmediato.
La noticia brilla aún más en el caso de España, por el relevante papel que interpreta en la investigación. Es el primer país de Europa en número de ensayos clínicos contra el coronavirus. Y es el resultado de años de trabajo colaborativo entre Administración, sistema sanitario, investigadores, pacientes e industria farmacéutica, que han hecho de España una referencia internacional en investigación clínica.
La relevancia de este liderazgo es grande. La investigación clínica implica inversión de las compañías farmacéuticas en el sistema; contribuye a que los profesionales sanitarios estén a la vanguardia científica, conocimiento que aplican a su labor clínica, elevando la calidad de la prestación, y genera oportunidades para los pacientes. Participar en un ensayo puede ser una última oportunidad para quien padece una enfermedad grave que no responde al arsenal terapéutico vigente.
Para los laboratorios es una manera de afianzar su posición en España y su compromiso no sólo con la investigación clínica, sino con todo el ecosistema de investigación biomédica, con la producción y exportación, la generación de empleo y la cooperación con el tejido sociosanitario que completa la prestación sanitaria.
El dolor y la inquietud que genera esta vivencia extraordinaria para las actuales generaciones no deben impedir ver la oportunidad que en la investigación biomédica tiene España. La crisis parece dejar claro que el sistema sanitario público necesita reformas y mayor financiación, que no hay economía sin salud, que no hay salud sin medicamentos y que no hay medicamentos sin investigación… Constata lo que mucha evidencia científica había mostrado: que la inversión en salud es eso, una inversión, no un gasto.
España tiene una oportunidad. Lo señalaba en julio un informe del Real Instituto Elcano: puede convertirse en un hub que atraiga inversión internacional en investigación biomédica. Es un área estratégica de presente y de futuro, en la que España parte con la ventaja competitiva de su liderazgo en investigación clínica, y no se refiere solo a la atracción de inversión para el país, sino que se vincula al objetivo de reforzar el sistema sanitario. No cabe concebir una sanidad moderna sin investigación.
“Lo evidente es en muchos casos lo más difícil de ver”, escribía Asimov en Yo, robot. Luchemos contra las sombras que hoy parecen cubrirlo todo mirando a las luces que tenemos ante nosotros.
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