Fecha de recepción: 10/12/2018 – Fecha de aceptación: 11/12/2018
Peris Martí JF1, Bravo José P2
1 Servicio de Farmacia RPMD La Cañada. Paterna. Valencia (España)
2 Servicio de Farmacia RPMD Burriana. Castellón (España)
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En el editorial Más que nunca, punta de lanza, publicado en esta revista en 1991, el Dr. Juan Manuel Reol Tejada, Presidente de Honor de la SEFH, hacía un llamamiento a la farmacia de hospital a liderar el desarrollo de la profesión farmacéutica ante lo que consideraba una revolución de incalculable alcance ante la aparición de nuevos medicamentos y la necesidad de llevar a cabo un seguimiento de los pacientes más complejos. Expresaba ideas como las siguientes: “la farmacia de hospital ha tenido éxito por su inserción en el ámbito clínico…”, “los farmacéuticos de hospital percibían claramente que la farmacia o era farmacia clínica o era muy poco, casi nada”, apreciaba que la ventaja del farmacéutico de hospital frente al resto es la de tener “la experiencia de un servicio asistencial, genuino y completo” y la necesidad de este profesional de “proyectarse fuera de su ámbito asistencial” para concluir que “ese rechazo (a proyectarse fuera de su ámbito) significa el aislamiento, y en la jaula dorada hospitalaria… morirse de éxito”1.
El panorama actual es muy parecido e incluso podríamos afirmar que la revolución actual aún es de mayor alcance, fundamentalmente por dos motivos: la magnitud de la innovación terapéutica y la imparable proyección demográfica. Abordar ambas circunstancias son, probablemente, los principales retos que tiene el sistema sanitario para desarrollar un modelo asistencial que cubra las necesidades de las personas en el presente-futuro que vivimos. También para la profesión farmacéutica.
Si nos centramos en el segundo motivo, la realidad es esta: las personas mayores de 80 años en España van a aumentar de una forma considerable pasando del 6% actual a constituir el 18% de la población total en 2066. En términos absolutos esta población muy mayor se duplicará, de 3,6 a 7,4 millones de personas, lo que evidentemente conduce a la necesidad de emprender importantes cambios en la estructura sanitaria. En este sentido, no es de extrañar que la Estrategia para el Abordaje de la Cronicidad en el Sistema Nacional de Salud del Ministerio de Sanidad y Consumo, publicada en 2012, parta de una premisa clara: priorizar el ámbito comunitario para la atención del paciente crónico y la atención domiciliaria ante descompensaciones de su salud. Si avanzamos hacia este futuro, el reto para la farmacia hospitalaria es, más que evidente, trascendental. La pregunta es: ¿salimos del hospital o nos quedamos?
Las residencias de asistencia social, o centros sociosanitarios, están siendo el foco de atención de la profesión farmacéutica en los últimos años. Distintos modelos asistenciales se han puesto en marcha con mayor o menor éxito, pero siempre con serias dificultades debido a la propia complejidad del ámbito asistencial. Por un lado, su propia organización, que hace que en muchos casos la atención sanitaria prestada en estos centros quede fuera del Sistema Nacional de Salud, circunstancia que implica, entre otras cosas, la carencia de una estructura que facilite el desarrollo de procedimientos y programas sanitarios. Por otro lado, la propia situación de la persona institucionalizada, la dificultad para abordar su multimorbilidad y dependencia, la incertidumbre que crea la falta de evidencia o la inexistencia de guías clínicas en esta población y, en consecuencia, la dificultad de adecuar el tratamiento farmacológico a sus necesidades reales.
En líneas generales, podríamos destacar tres factores que condicionan los resultados de la farmacia hospitalaria en los centros sociosanitarios: la disposición para adaptarse a las características asistenciales de los centros sociosanitarios, la capacidad para dar solución al conjunto de necesidades de los pacientes y el establecimiento de mecanismos para facilitar la integración real del farmacéutico. De esta forma es posible establecer un sistema de dispensación en dosis unitarias que facilite la administración de los medicamentos o la validación clínica del tratamiento, pero también ir más allá: participar en el diseño del plan terapéutico individualizado y del seguimiento del paciente, compartiendo objetivos asistenciales con el resto del equipo, y desarrollar programas que, además del uso de los medicamentos, también abarquen el cuidado nutricional o el uso de productos sanitarios. Estas actividades no son posibles sin contar con un servicio de farmacia organizado con esos objetivos y, por tanto, que cuente con los profesionales necesarios para proporcionar una atención integral e integrada a estos pacientes.
Pero los centros sociosanitarios solo son una parte, y quizá menor. Si la proyección demográfica permite prever un crecimiento importante del ámbito asistencial sociosanitario, también se vislumbra que sufrirá importantes cambios para resultar eficiente. Tendremos centros muy heterogéneos entre ellos, ya los tenemos, la coordinación con el resto de recursos sanitarios mejorará, porque mantener el aislamiento actual no es una opción, y la atención domiciliaria crecerá de forma exponencial. Desde esta perspectiva, el modelo de prestación farmacéutica a desarrollar debería ser capaz de adaptarse a estos cambios, ser transversal para alcanzar al mayor número de personas que precisen nuestra atención y, por tanto, será necesario contar con todos los estamentos farmacéuticos, la farmacia hospitalaria, la de atención primaria y la comunitaria. Si pensamos en la amplitud del ámbito asistencial quizá la cuestión principal no es quién lo hace sino quién lo lidera.
Aunque responder a esta pregunta nos debería plantear pocas dudas, la realidad es que asistimos a un periodo de cierta crisis en la profesión. Hace pocas semanas conocíamos el resultado de una encuesta que afecta al futuro de la especialidad y casi el 50% de los farmacéuticos de hospital se decantaban por una especialidad únicamente hospitalaria. Y dada la probable reorganización del sistema sanitario, esta visión puede suponer un riesgo para la profesión. La farmacia hospitalaria o es asistencial o no es, o es clínica o no es, o es capaz de adaptarse a los cambios del sistema de salud y estar allí donde se atiende al paciente que requiere de sus servicios o, probablemente, no avanzará.
BIBLIOGRAFÍA
1. Reol Tejada JM. Más que nunca, punta de lanza. Rev. OFIL.1991;1(3):207-8.
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