Ventura Cerdá JM
Subdirector de Optimización e Integración Terapéutica. Dirección General de Farmacia y Productos Sanitarios.
Consejería de Sanidad Universal y Salud Pública. Comunidad Valenciana (España)
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En España, y particularmente en la Comunidad Valenciana, el modelo de atención y prestación farmacéutica del sistema sanitario público se ha desarrollado, a lo largo de los últimos veinte años, sobre la base de estructuras farmacéuticas diferenciadas y reguladas de forma independiente. Entre ellas se encuentran los servicios de Farmacia Hospitalaria (incluyendo los Hospitales de atención a pacientes crónicos y de larga estancia), los servicios de Farmacia de Área o de Atención Primaria, los Servicios de Farmacia Socio Sanitarios o las Oficinas de Farmacia entre otras. El desarrollo y regulación independiente dificulta la consecución de objetivos comunes o la implantación de procesos farmacoterapéuticos centrados en los pacientes, y favorece que cada estructura o servicio se centre en sus propias necesidades asistenciales, con diferentes abordajes para un mismo proceso asistencial y numerosos sistemas de información no integrados entre sí.
Atendiendo exclusivamente a la evolución de la farmacia de hospital española, en la actualidad goza de alta especialización y capacitación, siendo el farmacéutico de hospital referente en todo lo relacionado con los medicamentos, la seguridad y la investigación, y una figura clave en muchas áreas terapéuticas complejas como son el cáncer, la patología infecciosa, las enfermedades neurodegenerativas, artropatías, enfermedades raras y otras de elevado impacto sanitario y/o económico. Esta evolución se ha cimentado en la sólida formación tradicional denominada “farmacia clínica” y sus diferentes «secciones», como son la farmacocinética clínica, la nutrición artificial, la distribución en dosis unitarias, la gestión farmacoterapéutica y logística, la validación farmacoterapéutica, etc, todas ellas enfocadas al paciente ingresado casi con exclusividad. Tan solo a partir de la consolidación de estas áreas y procesos se ha podido centrar la atención en los pacientes y en la consecución de los mejores resultados en cada uno de ellos, considerados individualmente. La atención farmacéutica se ha extendido como modelo de práctica y desarrollado de manera corporativa en los hospitales españoles, en gran parte impulsada por el gran crecimiento que han supuesto los pacientes no ingresados que requieren medicamentos de uso hospitalario (denominados, a mi entender erróneamente, “externos” –ajenos al hospital–) y la de la asistencia en hospital de día (denominados “ambulantes”). En ambos casos, son pacientes no ingresados en el hospital, mayoritariamente crónicos, pluripatológicos y polimedicados, con nuevas necesidades de formación e información, cuya farmacoterapia no está exclusivamente dirigida por un médico o equipo asistencial ni limitada al entorno de la atención especializada. Entramos en una nueva perspectiva, con grandes retos y oportunidades, que deben permitir la consolidación definitiva de la farmacia hospitalaria.
Respecto del entorno. La farmacia en los hospitales debe alinearse con las líneas estratégicas de los sistemas de salud, fundamentalmente encaminadas hacia la promoción de la salud, la prevención, la cronicidad y comorbilidad (que incluye la polimedicación), las patologías de mayor prevalencia y las de alto impacto sanitario y económico, todo ello garantizando la equidad y la sostenibilidad del sistema.
Entre los retos y oportunidades, hay muchos por delante. Muy relevante es el que se abre respecto la formación de los nuevos farmacéuticos que, en lo sucesivo, serán especialistas en farmacia hospitalaria y de atención primaria. En este sentido, el primer acometido que habrá que resolver es la acreditación de los servicios para formar a los residentes, pero este hecho permitirá adoptar nuevas visiones y perspectivas de la asistencia, evitando la endogamia e incrementará, sin duda, el nivel científico y técnico de los profesionales que trabajan en los servicios de farmacia hositalaria. A medio plazo el gran reto será, sin duda, la integración entre las estructuras farmacéuticas, no solo desde el punto de vista funcional sino también estructural. Otro reto enfocado a garantizar la continuidad asistencial será, sin duda, la integración de los sistemas de información, tanto los intrahospitalarios como los utilizados en atención primaria, sociosanitaria o en las oficinas de farmacia. Todo ello muy relacionado con la adaptación a entornos distintos de trabajo, con pacientes distintos, en cantidad y calidad, con resultados de salud distintos y sistemas de información nuevos, con perspectivas y abordajes poblacionales. Y ello sin dejar de tratar los pacientes hospitalizados y sin disminuir la calidad asistencial, para lo cual será necesaria la tan recurrida “reingeniería”. En este caso, orientando el personal hacia una mayor especialización, ajustando las capacidades y aptitudes a los puestos de trabajo, automatizando e informatizando procesos para incrementar la seguridad y reducir las necesidades de recursos humanos destinadas a procesos repetitivos.
Cabe asumir, por tanto, la vinculación entre la perspectiva ambulatoria de la prestación farmacéutica y la perspectiva de la atención institucionalizada (ingreso hospitalario). Dado que con toda seguridad, el incremento de recursos no será proporcional a las necesidades, en el nuevo marco de atención farmacéutica será necesario optimizar algunos de los procesos, fundamentalmente los orientados a disminuir la duplicidad de acciones y funciones y a aumentar la eficiencia. En este sentido, un aspecto fundamental será la evaluación y selección de medicamentos más eficiente, desde la perspectiva del sistema sanitario y no desde la perspectiva de un hospital concreto, al menos para aquellos medicamentos de mayor impacto sanitario y económico. La evaluación, selección y posicionamiento terapéutico, así como el establecimiento de los criterios de utilización de medicamentos en los departamentos de salud debe sustentarse en los expertos que el propio sistema sanitario dispone, con especial relevancia en los farmacéuticos de hospital. El resultado de este proceso se orienta a la conformación de una guía farmacoterapéutica común para todo el sistema sanitario, que permitirá, por una parte, garantizar la equidad para todos los pacientes independientemente de donde se estén tratando y, por otra, incrementar la eficiencia de las adquisiciones y mejorar la capacidad de gestión logística. Para ello, estrategias fundamentales pueden ser el impulso de unidades de compras centralizadas, acuerdos de riesgo compartido o negociación por precio-volumen, en muchos casos en alianza con organismos de ámbito nacional. Por último, en aras de la equidad y la eficiencia del sistema, las actuaciones dirigidas a racionalizar el uso de los medicamentos deben surgir como programas corporativos, basados en la utilización de los fármacos más eficientes en las patologías más prevalentes o de mayor impacto. Estos programas deben estar regidos por los propios profesionales expertos en las fases de diseño, implementación y seguimiento, sin omitir la incorporación de las variables que permitan en cada caso la evaluación de resultados en salud y, por tanto, permitan la evaluación de la efectividad del programa, no solo en términos económicos, sino también en impacto sobre la salud de los pacientes y la población.
En conclusión, la Farmacia Hospitalaria en España debe contribuir de forma activa a la implantación de un modelo de atención farmacéutica orientado a la equidad, la eficiencia y a la obtención de resultados de salud, que garantice la continuidad asistencial y se centre en la cronicidad, las comorbilidades y la polimedicación sin por ello disminuir la calidad prestada a los pacientes agudos durante su estancia hospitalaria.
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