Rev. OFIL 2018, 28;1:11-14
Fecha de recepción: 06/01/2018 – Fecha de aceptación: 07/01/2018
Poveda Andrés JL1, Valero García S2, López Briz E1, Vila Clérigues N1
1 Hospital Universitario y Politécnico La Fe. Valencia (España)
2 Instituto de Investigación Sanitaria La Fe. Valencia (España)
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Correspondencia:
José Luis Poveda Andrés
Avda. Fernando Abril Martorell, 106
46026 Valencia
Correo electrónico: poveda_josand@gva.es
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Resumen
La exposición laboral a medicamentos peligrosos en los centros de salud es una realidad que se ha demostrado en numerosos estudios.
El conocimiento sobre las mejores prácticas para manejarlos a fin de reducir la exposición de los profesionales de la salud ha ido aumentando con el tiempo.
Sin embargo, existen numerosos desafíos que deben abordarse para garantizar la máxima protección del personal sanitario y el manejo correcto de este tipo de sustancias: la estandarización de las prácticas de manipulación, el establecimiento de límites de exposición adecuados, la universalidad del entrenamiento y la unificación de los criterios de peligrosidad son algunos de ellos.
El trabajo a desarrollar debe ser multidisciplinario y coordinado para aumentar la solidez de los resultados obtenidos y la fiabilidad de los mismos.
Palabras clave: Medicamentos peligrosos, reto, seguridad ocupacional.
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El término “Medicamento Peligroso” (MP) es una traducción aproximada del original en inglés “Hazardous Drug”. Esta definición fue utilizada por primera vez en los años 90 por la American Society of Hospital Pharmacists (ASHP)1. Este nuevo término englobaba tanto los fármacos citotóxicos, para los que ya existía concienciación de su peligrosidad por parte de los profesionales sanitarios, como aquellos fármacos que, no utilizándose en terapia anticancerosa, podían provocar efectos similares sobre los profesionales expuestos. Por primera vez, los profesionales sanitarios adquirían conciencia de la peligrosidad que la manipulación de determinados principios activos no citotóxicos suponía para ellos.
El National Institute for Occupational Safety and Health (NIOSH) en 2004 adoptó esta terminología, considerando MP a cualquier fármaco que hubiera demostrado efecto carcinogénico, teratogénico, genotóxico, toxicidad reproductiva o para el desarrollo o toxicidad en órganos a dosis bajas en estudios en animales o en humanos2. En el Apéndice A de esta publicación, NIOSH publicó una lista de fármacos que identificó como MP. La lista se recopiló a partir de la información proporcionada por cuatro instituciones que habían creado listas de fármacos tóxicos para sus respectivas instalaciones y por la información de la Organización de Investigadores y Productores Farmacéuticos de América (PhRMA) con datos de las monografías de American Hospital Formulary Service Drug Information (AHFS DI). La última actualización de esta lista data de 2016.
A nivel europeo, la única lista de estas características es la publicada por el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (INSHT) español3 a finales de 2016. Se trata de una traducción y adaptación de la lista del NIOSH 2016 en la que se incluyen recomendaciones para la manipulación segura de cada MP en el proceso de elaboración o de administración del mismo.
Identificar el riesgo supone el primer paso para mejorar la seguridad laboral de todos los colectivos que pudieran verse expuestos a este tipo de sustancias en los centros sanitarios. Sería necesario definir mejor en qué evidencias se sustenta la peligrosidad de determinados fármacos, que en ocasiones se basa únicamente por su aplicación terapéutica como antineoplásico y no por pruebas sólidas acerca de su peligrosidad, con el fin de unificar criterios a la hora de confeccionar dichas listas.
El futuro pasa por disponer en la ficha técnica de cada especialidad farmacéutica la información relativa a su potencial peligrosidad, y que dicha norma sea de aplicación internacional. De esta forma se evitarían las búsquedas exhaustivas que suponen la elaboración de esas listas y los sesgos derivados de las diferencias entre especialidades comercializadas en cada ámbito territorial. Lo más importante sería unificar los criterios de peligrosidad a la hora de confeccionar una lista de modo que independientemente de quien la haga se obtengan resultados lo más similares posibles.
Existen numerosas organizaciones gubernamentales, no gubernamentales y sociedades científicas y de expertos que han publicado recomendaciones para la manipulación segura de este tipo de fármacos en el entorno hospitalario (Tabla 1).
Como puede verse, son muchas las recomendaciones publicadas, por lo que parece clara la necesidad de establecer qué recomendaciones deben ser consideradas estándar de práctica en los centros sanitarios para el manejo seguro de MP. Las principales sociedades científicas implicadas en la gestión de MP deberían establecer y consensuar qué medidas deberían cumplirse para poder considerar a un centro sanitario como centro seguro para el paciente y seguro para los profesionales sanitarios.
Las diferencias en las dotaciones tecnológicas de los centros sanitarios, así como en las prácticas asistenciales asociadas a la manipulación de MP requieren de una labor de estandarización que debe traspasar el ámbito local o nacional. La seguridad de los profesionales sanitarios debe convertirse en un estándar de práctica, donde el ámbito territorial no sea una diferencia. La verificación de que dichas prácticas son efectivas para la protección de los profesionales expuestos ha sido abordada en algunos estudios4-5, pero sería necesario en un futuro el desarrollo de estudios multicéntricos que doten de robustez a los mismos y amplíen el ámbito de aplicación.
La cooperación internacional en este sentido parece imprescindible y el trabajo a desarrollar es multidisciplinar, ya que son muchos los colectivos que pueden aportar su visión del circuito farmacoterapéutico de MP, enriqueciéndolo y completándolo. La seguridad afecta a todos y, por lo tanto, es función de todos colaborar para establecer la mejor práctica asistencial posible en aras de conseguir el mayor nivel de seguridad, tanto para el paciente como para los profesionales que lo atienden.
La existencia de contaminación por MP en los centros sanitarios ha sido confirmada por numerosos estudios6-11. Los MP están presentes tanto en los servicios de farmacia, donde se elaboran y acondicionan para su administración este tipo de fármacos, como en las unidades de hospitalización y hospitales de día, donde se administran los mismos.
El establecimiento de límites de exposición tolerables ha sido llevado a cabo de manera aislada y empírica en algunos países12. Parece necesario que, en un futuro, se establezcan unos límites de exposición de aplicación universal, que permitan valorar si las prácticas recomendadas son las adecuadas para reducir la exposición laboral a este tipo de sustancias. La dificultad que entraña establecer una relación de causalidad clara entre la exposición a MP y el posterior desarrollo de toxicidad dificulta determinar este tipo de límites. Qué factores favorecen la aparición de esa toxicidad y qué factores individuales predisponen a sufrirla son preguntas que en el ámbito de la prevención de riesgos laborales se deberá abordar de manera inminente. Asimismo, la búsqueda de biomarcadores que confirmen la exposición laboral a este tipo de compuestos y que puedan representar un factor pronóstico parece una incógnita a responder en un futuro no muy lejano.
El diseño de protocolos de trabajo y de medición adecuados resulta imprescindible para la gestión de este tipo de circuitos de elevada complejidad y con gran número de actores implicados.
La formación de los profesionales es un pilar básico que muchas veces queda relegada a la disponibilidad de tiempo para llevarla a cabo. Sin embargo, el conocimiento de los riesgos a los que nos vemos expuestos favorece el cumplimiento de los procedimientos y la aplicación de medidas de protección oportunas, aumentando en último término la seguridad del ámbito laboral. El desarrollo de plataformas de formación accesibles para todos los profesionales expuestos es un reto que deberá abordarse para asegurar el correcto manejo de MP en el entorno sanitario.
El futuro de la manipulación segura de MP pasa por la estandarización de la información, la formación y los procesos asociados al circuito farmacoterapéutico de los mismos. La internacionalización de las prácticas y la colaboración multidisciplinar en el desarrollo de estándares de práctica son retos que permitirán asegurar el correcto manejo de MP independientemente del entorno en el que se lleven a cabo.
Conflicto de intereses: Los autores declaran no tener conflicto de intereses.
Bibliografía
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